La autorregulación
En términos simples, la autorregulación es la facultad que poseemos de gestionarnos a nosotros mismos, permitiéndonos tomar conciencia de nuestro entorno para así generar respuestas a través de un conjunto de procesos relacionados en gran medida a nuestra capacidad de introspección.
Estas respuestas se pueden dar al nivel conductual, al dirigir nuestros pensamientos y emociones hacia la correcta adaptación de nuestro comportamiento en torno al cumplimiento de nuestros deseos y expectativas con respecto a las circunstancias contextuales. Así como también podemos aplicar la autorregulación para controlar nuestros pensamientos, emociones y — en consecuencia— nuestra capacidad para motivarnos.
Se trata de una habilidad que no es completamente innata sino que se va desarrollando y fortaleciendo en base a nuestro aprendizaje y las circunstancias y estímulos que forman parte de nuestras vidas.
Para ello, la inteligencia emocional juega un papel sumamente importante y es por lo cual el poder evaluarse a uno mismo, conocerse y entender la medida en la que nuestras reacciones afectan nuestros resultados son requisitos que una vez cumplidos nos ayudarán a alcanzar un mayor control ante cualquier situación y así no perder el foco en aquello que deseamos lograr.